sábado, mayo 31

    Mayo, así se escribe

    Fotografía: Pedro Moura Pinheiro


       -Fue un bonito mes, ¿apoco no?, lleno de fanfarrias y fuegos artificiales.
       -¿Te gustó?
       -¡Por favor!
       -Vaya...
       -¿Vaya, qué?
       -Ay, nada.
       -¿Nada?
       -Sí, ná...
       -¿Insinúas algo?


       Ella continuó empecinada en exterminar su dulce de tamarindo.


       -¿A ti no te gustó?
       -Mmm...- mustió.


       La indignación escurrió de todas mis cavidades, chorreando hasta el piso de aquel minisuper. No lo podía creer. En un solo mes habíamos hecho hasta lo inimaginable (la exageración mediante). En ocasiones ya no sabía de mí entre tanto juego de pasión, entre tanto exceso, lujo y amor. No me vengas con el cuento de que tú no estabas en la misma onda que yo, si mil veces te vi sonreír radiante como el gato de Cheshire, le dije.


       -No insinúo nada, te seré franca- dijo sin despegar la mirada de su tamarinda presa -. Me alegra que te hayas divertido, que disfrutaras estos días conmigo, y que hasta me estés agradecido. Pero, la verdad, ya nada tenemos que hacer juntos. Además, quiero dedicarle más tiempo a mi tesis, y no quisiera que padecieras por mi falta de tiempo.


       In-cre-i-ble. ¿Uno está preparado para este tipo de cosas? ¡Obvio que no! Pero uno finge, ante todo: me mantuve expectante, no quise ni respirar (permítanme exagerar aun más). Decir algo me llevaría al camino de la estupidez, como siempre sucede, aunado a lo patético que sería rogonear. Era momento de apretarse los tanates y salir huyendo con ellos entre las patas. Aspiré hondo. Ella alzo sus ojitos pispiretos, me sonrió con una malicia sin igual.


       -¡Ay, pero cómo crees!- se carcajeó.
       -¡Caigo tan fácil!
       -Y no aprendes.

    viernes, mayo 30

    La burra al trigo



       Bien parece que no aprendo o, más bien, que la vida es muy cara y uno se vende cual BonIce. Ahí me tienen el sábado pasado jugando una vez más al profesor. En esta ocasión debía enseñar lógica, bueno, Lógica (no vaya a ofenderse alguno de los tantos filósofos que me leen).

       Estoy convencido de que un panorama vale más que un millón de recovecos. (¿Qué no es obvio?)

       Así que, mientras intentaba demostrar cómo una proposición universal puede ser verdadera al mismo tiempo que su contraria, escribí para mi pequeño alumno el trillado ejemplo:

    Todos los vampiros son comunistas.


       -Disculpe- preguntó con timidez el susodicho -, ¿qué es “comunista”?

       Alarmado, pero no sorprendido, le expliqué que un comunista es un partidario del comunismo. No hay por qué entrar en sutilezas cuando se conoce una definición estilo DRAE. Sin embargo, el pequeñuelo insistió en preguntar.

       -Disculpe- después de todo su timidez no era del todo fingida -¿qué es “comunismo”?

       Más parecía curiosidad que ignorancia, aunque bien podía yo pecar de buena fe. El comunismo, aclaré, es una doctrina derivada de la obra teórica y política de un tal Marx (no creí pertinente precisar que no se trataba de Groucho).

       En cuanto vi su mano levantada una vez más, acoté: ¡¿Cuba?! ¡¿La URSS?! ¡¿Cooperativa Pascual?!

       Mas nada, su rostro de pepino consternado no cambió el semblante. Borré el pizarrón y anoté:

    Todos los vampiros son mujeriegos.


    -¿Alguna duda?- pregunté, mera cortesía.

    jueves, mayo 29

    Historias que nunca se van

    Fotografía: Bossa


       Aquella noche llegué temprano, muy a mi pesar. Había sido un día tempestuoso, cientos de nubes deshinibidas mojaron la ciudad, y solo escapé de casa para empaparme los zapatos, después de lo cual solo quería sumir la cabeza en la almohada. Arrojé sobre la mesa tanto aparato que cargo conmigo y fui a la cama. Pero allí en el dormitorio estaba ella, sentada encima de una pila de periódicos viejos junto a la ventana, miraba la luna, con la barbilla apoyada en su mano derecha.

       -Creí que no te volvería a ver- la interrumpí -han pasado meses, supuse que todo había quedado bien entre nosotros.

       Ni siquiera se inmutó, cruzó la pierna y continuó observando por la ventana. En verdad era más bella de lo que recordaba, quizá solo era el resplandor de su nueva sutileza. Sus ojos de sapito parecían centellear remedando burlonamente a las estrellas. Jugaba con un cigarro en la mano izquierda, lo giraba, lo pasaba entre sus finos dedos y luego lo golpeaba contra su rodilla. Llevaba puestos esos pantalones que tan bien le sujetaban las nalgas. Estuve tentado a pedirle que caminara un poco para mí, mas me contuve al considerar que ella ya era de otro lado.

       -¿Sigues fumando Marlboro?- me recargué en el filo de la ventana -¿Quieres algo de beber?

       Se limitó a mostrarme su puño cerrado con el cigarrillo alzado entre el dedo medio y el anular. No podía dejar de admirarla, apesar de su nueva transparencia seguía resultándome un apetecible misterio. Ella permanecía embobada con la luna, yo con ella, y usted (si la suerte está conmigo) con estas letras.

       -Sé que no has venido solo para mirar por mi ventana; tampoco para que les trasmita un mensaje a tus padres, novios, hermanos o amantes; ya menos aun para que enderece mi camino y abandone la tacañería-, recobrada la calma, espeté -¿qué quieres?

       Pregunta más estúpida me fue imposible hacer. Como si ella ahora estuviera iluminada por Alá para responderme con la certeza que jamás tuvo. Como si su deseo ya no fuera más una mosca que revolotea enredándose en su propio camino, haciendo nudos insolubles de su espíritu. La próxima vez meditaré mi diálogo, monólogo pues.

       Ella se levantó, no se dignó a mirarme, y salió de la habitación murmurando con una espeluznante claridad: tú me mataste.

    martes, mayo 27

    La cruz de mi parroquia.

    Fotografía: aaflotante


       Hace un par de semanas pasé a visitar, más a fuerzas que de ganas, a mi padre (sí, ese mesmo que trepaba al cerro de su pueblo en menos de veinte minutos). Al llegar a mi casa nos encontramos con que mi tío y mi progenitor ya se había echado sus alcoholes encima (más mi tío que el otro, y no es que defienda a este último). Perdido seguramente en el torbellino de la embriaguez, mi tío no supo reconocerme. ¿Y este cabrón quién es? preguntó cariñosamente. ¡Qué no ves que es J***!, rugió mi papá. ¡Ay, no -mi tío se abalanzó sobre mí-, si no estás muerto, cabrón! ¡Ya decía yo que no estabas muerto, carnal! ¡En serio, discúlpame por todo lo que te hice! ¡Tú sabes que te quiero un chingo, pero un chingo, cabrón! Me abrazó con los ojos llenos de lágrimas y el aliento rebozante de alcohol, casi me embriago nomas de olerlo. De pronto interrumpió su hermano vociferando. ¡No seas pendejo, es mi hijo, cabrón! Mi tío se apartó de mí, me revisó con todo el detenimiento que su condición le permitía, y concluyó que sí, que era su sobrino, no su hermano, y que, de cualquier manera, me quería un chingo, porque pus somos familia.

       Llamarse igual que un pariente muerto: en ocasiones no tiene precio.

       Nomás por eso, ¡salucita!

    domingo, mayo 25

    El sentido de la Primavera

    Fotografía: Dey

    ¡Todo reverdece!



       Adjunto la bitácora del viaje.

       Sábado. 12:05:03 am.

       El navegante 003 realizó la siguiente observación:

       No, esto no ha pegado bien. Estoy en medio, atorado, ni aquí ni allá, o quizá me suceda lo que a aquél que dudando y dudando por fin se convenció de estar bien, de este lado que parece más ordenado, pero todo era tan perfecto, tan armonioso, que al instante supo sin duda alguna que todo aquello era un sueño y no más. En seguida despertó, cayendo invariablemente en la misma duda que me acongoja ahora. Pero, ¡qué va!, de eso hace ya muchos sueños.

       El navegante 002 en íntima reflexión apuntó:

       Hubo alguna vez un par de días muy amorosos, destinado a morir uno al nacer el otro, entre la noche de uno y la madrugada del otro lograron engendrar un pequeño limbo fruto de su pasión. En aquella burbuja, sin espacio ni tiempo, quedaron encapsulados tres bohemios amantes del buen vino y la buena hierbabuena. Su conversación se prolongó -como la ciencia indica que sucede en todo limbo- hasta el absurdo. Sin embargo, no quisieron quedarse en el vergonzoso silencio de la eternidad, prosiguieron charlando hasta atravesar los más inverosímiles vericuetos de la lengua. Con el tiempo -aun cuando hablar de tiempo no sea lo más correcto- se turnaron para satisfacer sus necesidades primarias, procurando que la plática no se extinguiera. Siempre había dos hablando, mientras el tercero o bien dormía, o cagaba, o se alimentaba. En aquel entonces -y vaya que es difícil precisar la existencia de un entonces- dos de los conversadores se enamoraron. El tercero asustado ante la posibilidad del mutismo que propician los besos resolvió jamás permitirles el privilegio de la intimidad, evitando así también el riesgo de la procreación, la cual además daría pie a una tertulia más extensa. Aunque, fue más bien el temor a un amor sin fin lo que provocó que ese par desistiera de su amorío.

       El navegante 001 en tremendo trance puntualizó:

       Yo chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo, y chupo... y la paleta, por cierto, pareciera que nunca se acabará.

       Fin de bitácora: Sábado 12:05:59 am.

    martes, mayo 20

    Hay cosas que no les cuento...

    Fotografía: kendiala

    ...pues podrían causar envidia.



       Ayer por la tarde, mientras mi vanidad se regocijaba en su reflejo, me percaté que había, arropado entre mis cabellos, un escarabajo verde –verde plaqueta- de considerable tamaño. Como es normal, salté lleno de pánico manoteando a lo imbécil y rogando a dios se llevara aquel bicho a la chingada. Tras algunos minutos sin ningún resultado, opté por el diálogo (táctica harto efectiva con toda clase de alimañas).

       Tras intercambiar algunas palabras, entendí sus razones para habitar mi pelambre. Algunas fueron muy convincentes: era un insecto fantasma, pues hacía un par de días había sido aplastado -supuestamente por mí, pero hasta que la juez no lo determine así soy inocente-, además no hay mejor lugar para un espectro que un vivo. Insistí con firmeza en el sobrecupo de espíritus y flatulencias que me habitan. Él con suma parsimonia explicó que no ocuparía mucho espacio, que ni siquiera planeaba internarse en mí, simplemente acamparía en mi melena. No quedó más que recurrir a la intransigencia (el arte de relacionarse con vecinos y familiares).

       Le grité que se largara. Sacudí la cabeza al más puro estilo metalero. Maté treinta arañas con la esperanza de que alguna de sus almas se llevará al verdoso habitante de mi tatema. Mas nada, solo logré irritar a tan tranquilo sujetillo, quien enfurecido por el alboroto me amenazó. He conversado con algunos de tus inquilinos, me dijo con voz ronca, seguro sabrás lo que me han contado, algo aun más vergonzoso que tus densas liberaciones de metano. Mis ojos se abrieron tanto que casi se me escapan de las cuencas. No podía creer la indiscreción de mis entrañas. Pero, ¿qué tanto sabía? ¡Simplemente no podía permitir que me chantajeara algo que caminaba sobre más de dos patas!

       No me importa que divulgues mi gusto por las cuarentonas, ni que cuentes a los cuatro vientos que mi primer amor fue el profesor de educación física de la primaria (¡juro que era sexy!), ya menos que ventiles los olorosos detalles de mi abreviada vida sexual, le dije. El siguió acurrucado sobre mi temporal. ¡Óyeme, grité, no tienes con qué negociar! ¡Te me vas ahorita mismo! Qué hay de tus dudas, masculló con voz adormilada, esas que atraviesan tu sesera cada vez que... Sabes, eres un bonito prendedor, concluí.

       ¿De casualidad alguno de ustedes conoce algún Espiritista-exterminador?

    martes, mayo 13

    Me hacen falta personajes

    Fotografía: ooohoooh


       Por decir algo, podría contar las historia de mi vecina, esa que se embarazó a los veintitantos, hace veintitantos años, o la de su hija que creció sin padre, o que más bien adoptó a su abuelo como padre, y a su abuela como madre, y a su madre como tía. Su abuelo era un buen padre, borracho de viernes, contador de lunes a jueves, mandilón de toda la vida. Su abuela era una madre estricta, venida de Morelia hace más de medio siglo, huía en aquellos días de la vergüenza de entregarse a un hombre sin el consentimiento de la santa iglesia. Ella sabía lo que hacía, al menos así se lo confesó a su hermana cuando una semana antes le llamó por teléfono diciéndole que pronto llegaría a la ciudad, que le consiguiera un cuartito barato donde comenzar su nueva vida. Su hermana se lo contó todo a su marido, que en aquel entonces era un hombre opulento. Él la tranquilizó, a la familia nunca se le abandona, dijo con voz firme, se quedarán con nosotros mientras dios me dé vida. Dios consideró aquello una afrenta. Tres semanas después, la nueva viuda lloraba desconsolada abrazada del féretro. Su cuñado, otro viudo, se acercó hasta ella para consolarla, para susurrarle al oído durante nueve días que tener un hombre joven en casa no era conveniente, podía prestarse para habladurías. Sin ninguna cortesía, aun escondida bajo el luto, desalojó a sus recientes inquilinos. Meses después las habladurías llegaron de todas formas: el hermano del difunto se aprovechaba de la débil viuda, aunque esto no era del todo cierto pues la viuda cada día se veía más recuperada de la pérdida. En pocos meses aquella casa experimentó tremendas guerras intestinas entre los hijos de ambos viudos, que para acabar eran primos entre sí. Fueron tan explosivos los enfrentamientos, que una de sus mejores amigas hizo intervenir al cura para que arreglasen sus diferencias, como se dice hoy en día. La solución que el padrecillo propuso vaciló entre la inocencia y la estupidez: vivir así en pecado genera toda clase de conflictos aledaños, lo mejor era que se casarán. Y así se hizo cuando aun la tierra del difunto no estaba apisonada por el tiempo. Aquella boda fue la gran fiesta, el derroche desmesurado llevó alegría a toda la colonia, excepto a los hijos del nuevo matrimonio, que ahora eran verdaderos primos-hermanos. Mientras los novios se enlazaban, su hija mayor se escabullía con un don nadie, quien más tarde -y que no se diga que dios no consiente a los imbéciles- llenaría sus bolsillos, y sus cuentas bancarias, gracias al intento fallido de convertirse en diputado. Pero hoy, ya no me apetece hablar de política.

    martes, mayo 6

    Uniposto

    Maío
    LuMaMieJueVieDo
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    12131415161718
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    Vía: Gus


       -¡A ver, ya! Seriecitos, digan "whiskey"

    glu glu glup

       -¡No, no beban whiskey!
       -¡Pero si es chela! ¡Salú!

    ¡glu glu glup!

       -¡Oigan... denme chela!
       -¡Pues chúpale!

    ji ji ji, glu glu glup, je je je

       -Ya estuvo... ¿no?
       -¿Qué, no te gustó? ¡Chúpale más!

    ji ji ji, glu glu glup, je je je

       -¡Ora sí, arrímense más!

    smuack smuack smuack, glu glu glup, smuack smuack smuack

       -¡Ay, pero no tanto! ¡Ni que fuera fotonovela!

    smuack smuack smuack, glu glu glup, smuack smuack smuack

       -¡Oigan... yo quiero!
       -¡Nah... ya somos muchos!
       -¡A ver, chicos, enséñenme su piesito para saber quién lo tiene más grande!

    ¡Click!