martes, mayo 13

    Me hacen falta personajes

    Fotografía: ooohoooh


       Por decir algo, podría contar las historia de mi vecina, esa que se embarazó a los veintitantos, hace veintitantos años, o la de su hija que creció sin padre, o que más bien adoptó a su abuelo como padre, y a su abuela como madre, y a su madre como tía. Su abuelo era un buen padre, borracho de viernes, contador de lunes a jueves, mandilón de toda la vida. Su abuela era una madre estricta, venida de Morelia hace más de medio siglo, huía en aquellos días de la vergüenza de entregarse a un hombre sin el consentimiento de la santa iglesia. Ella sabía lo que hacía, al menos así se lo confesó a su hermana cuando una semana antes le llamó por teléfono diciéndole que pronto llegaría a la ciudad, que le consiguiera un cuartito barato donde comenzar su nueva vida. Su hermana se lo contó todo a su marido, que en aquel entonces era un hombre opulento. Él la tranquilizó, a la familia nunca se le abandona, dijo con voz firme, se quedarán con nosotros mientras dios me dé vida. Dios consideró aquello una afrenta. Tres semanas después, la nueva viuda lloraba desconsolada abrazada del féretro. Su cuñado, otro viudo, se acercó hasta ella para consolarla, para susurrarle al oído durante nueve días que tener un hombre joven en casa no era conveniente, podía prestarse para habladurías. Sin ninguna cortesía, aun escondida bajo el luto, desalojó a sus recientes inquilinos. Meses después las habladurías llegaron de todas formas: el hermano del difunto se aprovechaba de la débil viuda, aunque esto no era del todo cierto pues la viuda cada día se veía más recuperada de la pérdida. En pocos meses aquella casa experimentó tremendas guerras intestinas entre los hijos de ambos viudos, que para acabar eran primos entre sí. Fueron tan explosivos los enfrentamientos, que una de sus mejores amigas hizo intervenir al cura para que arreglasen sus diferencias, como se dice hoy en día. La solución que el padrecillo propuso vaciló entre la inocencia y la estupidez: vivir así en pecado genera toda clase de conflictos aledaños, lo mejor era que se casarán. Y así se hizo cuando aun la tierra del difunto no estaba apisonada por el tiempo. Aquella boda fue la gran fiesta, el derroche desmesurado llevó alegría a toda la colonia, excepto a los hijos del nuevo matrimonio, que ahora eran verdaderos primos-hermanos. Mientras los novios se enlazaban, su hija mayor se escabullía con un don nadie, quien más tarde -y que no se diga que dios no consiente a los imbéciles- llenaría sus bolsillos, y sus cuentas bancarias, gracias al intento fallido de convertirse en diputado. Pero hoy, ya no me apetece hablar de política.

    2 comentarios:

    Anónimo dijo...

    si!! , soy azotada y que .. pero la vdd no tengo ganas de justificarte ni espero comprendas lo que senti ayer. Gracias por acordarte de mi ayer...

    G Santos dijo...

    Espera... espera, ¡ah!, ¡ya!, ¡ya!,

    "EL FASTASMA DE LA LIBERTAD",

    de Buñuel.


    ¡Ah!


    Saludos!