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    sábado, mayo 2

    Al Natural

    Mayo

    LuMaMieJueVieDo




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    Fotografía: aaflotante


       Como todo lo grande en este mundo, empezó con un vasito de vodka.

       Luego fuegos artificiales, explosiones estelares, universos en expansión. La pura fokin moda.

    Continuará...

    viernes, enero 30

    Microbús 7

    Fotografía: «•*٠ кιτ-кaτн .٠*•»


       Una decepción amorosa, era obvio: el chofer del microbús estaba destrozado, no podía escuchar ninguna salsa, ninguna cumbia, ni un solo reguetón porque todo esto le recordaba a su rorra. Apenas su estéreo reproducía un CD y una lágrima empezaba a juguetear en el filo de su párpado, de inmediato hacía expulsar el endemoniado objeto y lo lanzaba a través de la puerta. Así varios discos vieron su fin: girando y reflejando las luces de la ciudad antes de caer hechos trizas al húmedo asfalto. Los pasajeros admiramos con singular sorpresa como los pequeños platillos abandonaban la embarcación para invadir nuevos mundos debido al destierro al que un mal amor los sometió.

       Sin embargo, la astucia del conductor no era la más veloz pues olvidaba que las melodías y los ritmos del amor no se hallan grabados sobre el vinilo de un LP, en la cinta magnética de un cassette, en los diminutos hoyuelos de un disco compacto o en las ínfimas celdas de una memoria flash, sino que están arraigados en el fantasma que habita la humanidad.

       Con todo, no era lerdo, solo lento: se tomó a sí mismo por el ombligo y se arrojó girando hacía la calle, dando vueltas y con poco brillo el chofer cayó sobre la banqueta hecho añicos. Nosotros seguimos su ejemplo.

     

    jueves, mayo 29

    Historias que nunca se van

    Fotografía: Bossa


       Aquella noche llegué temprano, muy a mi pesar. Había sido un día tempestuoso, cientos de nubes deshinibidas mojaron la ciudad, y solo escapé de casa para empaparme los zapatos, después de lo cual solo quería sumir la cabeza en la almohada. Arrojé sobre la mesa tanto aparato que cargo conmigo y fui a la cama. Pero allí en el dormitorio estaba ella, sentada encima de una pila de periódicos viejos junto a la ventana, miraba la luna, con la barbilla apoyada en su mano derecha.

       -Creí que no te volvería a ver- la interrumpí -han pasado meses, supuse que todo había quedado bien entre nosotros.

       Ni siquiera se inmutó, cruzó la pierna y continuó observando por la ventana. En verdad era más bella de lo que recordaba, quizá solo era el resplandor de su nueva sutileza. Sus ojos de sapito parecían centellear remedando burlonamente a las estrellas. Jugaba con un cigarro en la mano izquierda, lo giraba, lo pasaba entre sus finos dedos y luego lo golpeaba contra su rodilla. Llevaba puestos esos pantalones que tan bien le sujetaban las nalgas. Estuve tentado a pedirle que caminara un poco para mí, mas me contuve al considerar que ella ya era de otro lado.

       -¿Sigues fumando Marlboro?- me recargué en el filo de la ventana -¿Quieres algo de beber?

       Se limitó a mostrarme su puño cerrado con el cigarrillo alzado entre el dedo medio y el anular. No podía dejar de admirarla, apesar de su nueva transparencia seguía resultándome un apetecible misterio. Ella permanecía embobada con la luna, yo con ella, y usted (si la suerte está conmigo) con estas letras.

       -Sé que no has venido solo para mirar por mi ventana; tampoco para que les trasmita un mensaje a tus padres, novios, hermanos o amantes; ya menos aun para que enderece mi camino y abandone la tacañería-, recobrada la calma, espeté -¿qué quieres?

       Pregunta más estúpida me fue imposible hacer. Como si ella ahora estuviera iluminada por Alá para responderme con la certeza que jamás tuvo. Como si su deseo ya no fuera más una mosca que revolotea enredándose en su propio camino, haciendo nudos insolubles de su espíritu. La próxima vez meditaré mi diálogo, monólogo pues.

       Ella se levantó, no se dignó a mirarme, y salió de la habitación murmurando con una espeluznante claridad: tú me mataste.

    domingo, marzo 23

    Estas vacaciones

    Resurrección

    Tuve que chambear


    * * *


       19 ...María ni se preocupó. Aquellos borrachos eran de carrera larga. Un día prometieron acabar con todos los males embriagando al mundo entero. María no les creyó y mejor apostó con su hermana sobre cual de aquella docena de teporochines se moría primero de cirrosis.

       20 He aquí que al tercer día, en medio de la cruda más obtusa, se levantó de entre los demás. Él caminó entre los caídos, se cubrió los ojos lastimado por el sol. Y abrió la puerta, pesada como una roca, y escapó, nada dejaba atrás. Cuando Cristina llegó para limpiar el lugar, descubrió aterrorizada a los once agonizantes. Corrió con su abuela y le contó sobre tales espectros.

       21 Apenas había dado ciento cincuenta y tres pasos, los contaba minuciosamente, se sintió desvanecer, había sido abandonado a su destino. Y rodó, al mismo agujero insondable de siempre. Él lo sabía, por eso reía, por eso se carcajeaba -nada iba a cambiar en el fondo, no había nada- solo anhelaba oír su sonrisa llena de gracia e ironía...

    miércoles, marzo 12

    El que nace pa' maleta...



       Realmente el tiempo es breve, y no quiero abrumarlos con azotes innecesarios o con pegajosa melaza. Hoy toca una simple anécdota.

       Por razones que no alcanzo a comprender (ni ahora de madrugada, ni de día), llevo una semana enseñando español a una mujer japonesa. Ha sido interesante, y hasta divertido: cada día hallo un nuevo encanto en el español, pese a todos sus defectos y exageraciones (¿¡dieciséis conjugaciones!? ¡A quién se le ocurre semejante cosa!).

       El otro día, al llegar a su casa, me ofreció un vaso de refresco, a lo cual respondí cordialmente: no, gracias.

    (Sé que no he sido el mejor instructor, que no comprendo ni un ápice de la cultura japonesa, que incluso llego tarde y me retiro temprano, que mi salario no es bien merecido, y que me quejo cada vez que hago una pausa, pero creí que... bueno.)



       Inmediatamente, ella corrió hasta la cocina, regresó con un vaso, sirvió refresco dentro y me lo dio. Me limité a decir simplemente: gracias y a meditar sobre mi temprano, y más que necesario, abandono de la docencia.


    Hurtado de: kazukichi

    miércoles, febrero 13

    ¡Ranas!

    Fotografía: the left-handed robot


       Nuestras conversaciones han mejorado: ella ya no confunde mi voz con la del disipado narrador de esta pésima telenovela, de la cual yo les sirvo el refrito. Nuestros silencios se han tornado cómodos, antes eran como pequeñas intervenciones odontológicas. Con todo, nuestra comunicación alcanzó su punto más álgido el otro día, déjenme les cuento.

       Me encanta como camina, y como levanta la mirada tras despegarla de algún libro, y también su risa desaforada cuando recuerda el chiste que le conté minutos antes, por esto procuro contarle chistes, regalarle libros y salir de paseo a menudo. Fue justo en este invierno, que aun conserva un tufillo otoñal, que me decidí a confesarle mis más profundos sueños.

       -Hace tiempo que no consigo dormir bien- me estremecí igual que las hojas secas que triturábamos a cada paso -. Hará más de cinco días que, entre sueños, veo a un hombre que corre hacía mí, o será más bien que yo floto hacia él, y a pocos centímetros de tocarnos, voltea a verme y grita con su último aliento: ¡Son tres! Acto seguido, el hombre este revienta cual bolsita de catsup. ¿Tres qué? Me pregunto al despertar.

       -¿Qué sé yo?- Si no caminara tan sensualmente, hubiera enfurecido ante su falta de interés, pero tenía que hacerla mover ese par de nalgas otro rato más: no me quejé, y nos acercamos por los senderos a un apacible silencio.

       Noté que había olvidado la última vez que la besé, incluso la primera. ¿Cómo fue que nos conocimos? Acaso no eramos un par de extraños atravesando por error las mismas callejuelas. Ella ni siquiera me miraba. Fue entonces que tuve una revelación. Obvio, la compartí con ella.

       -Uno el martes pasado: un ambulante hecho trizas por el trolebús. El segundo: un ancianito mandado a volar por el metrobús.

       -¿Y eso qué?- se giro para verme mientras esperábamos el cambio de luces del semáforo.

       -Quizá sea yo el tercero. Pero debo que asegurarme que no-. Estiré la mano para atrapar su nariz entre mis dedos, sé cuanto detesta que toque su enjoyada nariz, entonces ella, dando un paso hacia atrás, resbaló de la banqueta, y un microbús resolvió mi dilema, mi preocupación por la finitud, emabarrando a mi amada, hecha mermelada de fresa, sobre el asfalto.