viernes, enero 30

    Microbús 7

    Fotografía: «•*٠ кιτ-кaτн .٠*•»


       Una decepción amorosa, era obvio: el chofer del microbús estaba destrozado, no podía escuchar ninguna salsa, ninguna cumbia, ni un solo reguetón porque todo esto le recordaba a su rorra. Apenas su estéreo reproducía un CD y una lágrima empezaba a juguetear en el filo de su párpado, de inmediato hacía expulsar el endemoniado objeto y lo lanzaba a través de la puerta. Así varios discos vieron su fin: girando y reflejando las luces de la ciudad antes de caer hechos trizas al húmedo asfalto. Los pasajeros admiramos con singular sorpresa como los pequeños platillos abandonaban la embarcación para invadir nuevos mundos debido al destierro al que un mal amor los sometió.

       Sin embargo, la astucia del conductor no era la más veloz pues olvidaba que las melodías y los ritmos del amor no se hallan grabados sobre el vinilo de un LP, en la cinta magnética de un cassette, en los diminutos hoyuelos de un disco compacto o en las ínfimas celdas de una memoria flash, sino que están arraigados en el fantasma que habita la humanidad.

       Con todo, no era lerdo, solo lento: se tomó a sí mismo por el ombligo y se arrojó girando hacía la calle, dando vueltas y con poco brillo el chofer cayó sobre la banqueta hecho añicos. Nosotros seguimos su ejemplo.

     

    jueves, enero 8

    Meditaciones envueltas en aluminio para llevar

    Fotografía: feastoffools


       El pasado cinco de enero tuve la fortuna de ser uno de los revendedores oficiales y reconocidos ante la H. Asociación Nacional de Jugueteros. Mi tarea era relativamente sencilla: convencer a los Reyes Magos sobre la inconveniencia de regalar mirra, incienso u oro, e informarlos sobre lo educativos que pueden resultar los nuevos juguetes de plástico con rebabas. Los viejos se mostraron un poco renuentes al principio, pero tras largas argucias argumentativas acerca de como están perdiendo mercado frente al regordete ese que se enfunda en fieltro rojo accedieron a llevar algunos de nuestros productos. Les ofrecí solo lo mejor: camioncitos de carga, muñequitas de ojos saltones, el ajedrez palestino-israelí, y los ya clásicos juguetitos chillones con forma de animalitos extintos por el hombre, pero nada llamó más su atención que los nuevos maletines de instrumentos. De estos los hay de dos tipos: el maletín de reparador que contiene muchas pequeñas herramientas de metal, martillos, desarmadores, pinzas, sierras, y hasta un cautín que solda de verdad; y el otro, un maletín médico que consta simplemente de un estetoscopio, un par de cuchillitos, unos abatelenguas y unas de gafas sin cristal ni mica, todo de plástico. Los dizque Santos estos me pidieron les vendiera el lote entero con el afán oculto de conseguir un mejor precio, lo cual no les pude negar pues aun quiero ganarme el cielo. Todo iba bien hasta que les expliqué que las cajas rojas contenían los maletines médicos y las azules los de reparador.

       -Creo que hay una confusión- dijo torpemente en español uno de ellos.

       -Con gusto lo arreglamos, díganme cuál.

       -Solo queremos los de médico, los otros no.

       -Pero... bueno, el costo acordado es por todos los maletines y no tuvieron inconveniente con esto. Además, así tienen de dónde escoger, hay opción pues, ¡libertad!- no tengo idea de porque dije esto último.

       -Dígame joven- se acercó uno de ellos y con suave voz continuó, -¿qué madre en este mundo no quiere que su hijo sea doctor?

       Quedé pasamado.

       -¡Vamos, hijo, es una pregunta retórica!- vociferó uno de ellos -. Ni los reparadores quieren que sus propios hijos sigan su ejemplo.

       Hice pedazos el pedido, y volví a hacer otro, con la esperanza de que mañana este país esté lleno de médicos.

    domingo, enero 4

    Ora la misma canción

    Enero

    LuMaMieJueVieDo



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    Fotografía: safoocat


       Lo veo venir, paso a paso se acerca el mismo horizonte que aparece cada amanecer, que siempre se oculta por la tarde. Ya no quiero hablar de lo mismo, les aburre, lo presiento. El milagro que cambia las cosas no está aquí, ni lo busquen, no se los quiero mostrar, está allá en otro lado, donde se supone debería estar, aunque a veces -para ser sincero con ustedes- pareciera ausente, es cosa de los milagros, así son, eso me dijeron las viejas tuertas del otro día. Ese par de brujas que surcan el mundo tomadas de las manos, con las cabezas bien juntas rezando una a la otra su propia perspectiva con la gloriosa esperanza de conseguir un mundo lleno de profundidad.

       ¡Qué va!, caigo en los mismo, ustedes no lo saben -o no lo recuerdan, ni tendrían por qué- pero estas veredas no son las de antaño, uno es quien se empecina en apodarlas igual.

       Pero ni me preocupo, este catarro ya pasará.