¿Tengo que decir algo más?
No, no es retórica la pregunta.
Ya saben que voy a hablar de más, como siempre en este bló.
Me arrepiento un poco de haberla ficcionalizado, en verdad es más de lo que imaginé. Por un largo rato me quede callado mientras me hablaba de cine. Luego, como para disimular mi ignorancia, le tiré la cerveza encima. Es un pecado tirar el alcohol, lo sé, pero no hubo salida, mi cara de idiota se agudizaba cada vez que surgía de sus labios un dato interesantísimo. Me disculpé mil veces, intentando cambiar el tema de la conversación, pero ella insistía en que no tenía importancia, y que el cine esto, y estotro. No, en serio, lo siento, le repetía, ella amable sonreía, y continuaba. Era un callejón con una sola salida: me tire la cerveza encima. ¡Ay, soy todo un briago! Voy al sanitario a limpiarme, le dije y corrí. Al regreso, sus ojitos llenos de alegría, sus labios rebosantes de palabras que desconozco, me hicieron preguntar: ¿Ya no hay cigarros? ¡Uy, voy por más! Soy
taaan amable y comedido.
-Me da unos Marlboro, por favor.- ¡Pero qué haces!, me pregunté a mí mismo. ¡Aborreces los Marlboro! Lo sé, me respondí, pero a ella le gustan. ¡Y eso qué! A ella le gustan, insistí.
-Son veinticinco pesos- de menos son más baratos me dije.
A mi regreso me preguntó la hora. Me dijo que era más tarde de lo que pensaba, que el tiempo se le había ido volando. ¿Qué dicen, fue un halago? Y sí lo fue, ¿lo fue para ella o para mí? Cómo sea, mi corazoncito latió, leve y avergonzadamente, tras lo cual hubo un silencio lleno de tensión. Mi corazón late tan raras veces que la madre naturaleza se aterra cada vez que sucede, los pajaritos en sus nidos tiemblan y sus picos resuenan como castañuelas.
La próxima semana nos tomamos un vodkita, me lo prometió.