jueves, marzo 19

    Sabado en el Centro, domingo en la Condesa

       El pasado fin de semana, tras conocer el interesantísimo tabicón peludo, decidimos ir de chopin*. Camino al tianguis, nos topamos con este indecente autobús. Uno se cuestiona que tan "público" es el transporte privado.

    ¿De a cuánto, oiga?


       Pasos después descubrimos la complicada existencia que tienen algunas señales viales:

    ...qué será, será...


       Ya después de ver el final de un concierto metalero y de no comprar nada en el tianguis, bueno, nada más que una de esas aguas de sabores que venden por la entrada -las que yo recordaba que sabían más ricas, pero que la verdad ni al caso, aunque sí fue muy refrescante. Luego de eso, ya en las entrañas de la calle del Salvador, quedamos atónitos ante tan novedosos productos:

    Si no es Box, ¿ahora qué será, huey?


       Ya por último, y aunque la foto no es la mejor, encontramos el lado oscuro de esta ciudad, ¡el tráfico de teens!
    ¡Y tan baratos!


    ***


       Al día siguiente, y con diferente ánimo, terminamos en la Condesa, y lo primero que vimos fue:

    La Tesis como elemento neutro. ¡uuuOOOuuu!


       Eso no hablaba lo mejor de la zona, que para mí era desconocida hasta entonces. Cómo fuese, el resto del día fue estupendo, me reí como loco hasta que me dolió la hernia. (Sip, público conocedor y ociosos que pasan por aquí, han de saber que tengo una hernia de la risa, cuya función principal es avisar cuando mi dosis de alegría ha alcanzado sus niveles óptimos y advertirme que de continuar riendo podría sufrir algún daño permanente o incluso alcanzar la felicidad. Como ven no es del todo inútil este órgano tan desconocido por la mayoría.)


    *No confundir con Chopin.

    lunes, marzo 2

    Aquí o allá

    Marzo

    LuMaMieJueVieDo






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    Imagen: ryangs


       Apenas había puesto un pie dentro del taxi cuando dije mecánicamente lo siguiente:

       -Me lleva aquí a la Comer de Miguel Ángel.

       -¿“Aquí”, joven? ¿No dirá más bien “allá”?

       -Este...- Siempre me desconciertan los comentarios de los taxistas, como el de aquél que me contaba como se cogía a su vieja cada semana en alguno de los hoteles de Calzada de Tlalpan, a menos que ella anduviera en sus días, entonces mejor se iba de parranda con sus cuates; pero eso es otro cuento.

       -Porque aunque sea cerca de aquí se dice “allá”. Como la dulcería de la esquina, mire, está allá, no aquí. Lo ve, joven.

       -Bueno, bueno, pues sí.

       -Sí, joven, no ande confundiendo los adjetivos, uno tiene que atender a la gramática a la hora de hablar, no se puede estar así confundiendo todo y diciendo lo que no cuando sí, y lo que sí cuando no.

       El taxi avanzó mientras meditaba acerca de la naturaleza de tales palabras. ¿Adjetivos?

       -Y usted, joven, ¿qué estudia?- Creo que la mochila me delataba erróneamente.

       -Estudiaba filosofía-. Un suspiro traicionero escapó de mí.

       -Vea, joven, usted no debería andar confundiendo así los artículos-. Me miro con sorpresa por el retrovisor-. Y, ¿por qué ya no?

       -Mil cosas, pero en sí porque ya no podía con la carrera.

       -No, joven, usted erró el camino, eso pasa cuando uno escoge mal su profesión.

       Me quedé callado, con ganas de no recordar nada al respecto. Miré por la ventana. Las cosas se veían algo raras, un extraño sentimiento de que no todo está bien, o de que nada anda muy bien, me invadió. ¿Habrán surtido algún efecto los mil sermones filosóficos que me fumé?

       -Y, ¿a qué se dedica ahora, joven?- Tanto “joven”, me halagaba.

       -Ando reparando computadoras, pero eso no deja para vivir (no con decencia, al menos).

       -Mire, ¿por qué no estudia algo de eso mejor?

       -En eso ando-. Creo que no me escuchó.

       -Una ingeniería o algo por el estilo.

       -Me deja allá en el siguiente semáforo, por favor.

       -Con gusto, joven.

       -¿Cuánto le debo?

       -Nomas son treinta pesitos.

       -Aquí están, gracias.