miércoles, febrero 13

    ¡Ranas!

    Fotografía: the left-handed robot


       Nuestras conversaciones han mejorado: ella ya no confunde mi voz con la del disipado narrador de esta pésima telenovela, de la cual yo les sirvo el refrito. Nuestros silencios se han tornado cómodos, antes eran como pequeñas intervenciones odontológicas. Con todo, nuestra comunicación alcanzó su punto más álgido el otro día, déjenme les cuento.

       Me encanta como camina, y como levanta la mirada tras despegarla de algún libro, y también su risa desaforada cuando recuerda el chiste que le conté minutos antes, por esto procuro contarle chistes, regalarle libros y salir de paseo a menudo. Fue justo en este invierno, que aun conserva un tufillo otoñal, que me decidí a confesarle mis más profundos sueños.

       -Hace tiempo que no consigo dormir bien- me estremecí igual que las hojas secas que triturábamos a cada paso -. Hará más de cinco días que, entre sueños, veo a un hombre que corre hacía mí, o será más bien que yo floto hacia él, y a pocos centímetros de tocarnos, voltea a verme y grita con su último aliento: ¡Son tres! Acto seguido, el hombre este revienta cual bolsita de catsup. ¿Tres qué? Me pregunto al despertar.

       -¿Qué sé yo?- Si no caminara tan sensualmente, hubiera enfurecido ante su falta de interés, pero tenía que hacerla mover ese par de nalgas otro rato más: no me quejé, y nos acercamos por los senderos a un apacible silencio.

       Noté que había olvidado la última vez que la besé, incluso la primera. ¿Cómo fue que nos conocimos? Acaso no eramos un par de extraños atravesando por error las mismas callejuelas. Ella ni siquiera me miraba. Fue entonces que tuve una revelación. Obvio, la compartí con ella.

       -Uno el martes pasado: un ambulante hecho trizas por el trolebús. El segundo: un ancianito mandado a volar por el metrobús.

       -¿Y eso qué?- se giro para verme mientras esperábamos el cambio de luces del semáforo.

       -Quizá sea yo el tercero. Pero debo que asegurarme que no-. Estiré la mano para atrapar su nariz entre mis dedos, sé cuanto detesta que toque su enjoyada nariz, entonces ella, dando un paso hacia atrás, resbaló de la banqueta, y un microbús resolvió mi dilema, mi preocupación por la finitud, emabarrando a mi amada, hecha mermelada de fresa, sobre el asfalto.

    2 comentarios:

    Anónimo dijo...

    hay! Me recordó el video de Blur...de las lechitas, cuando la leche se acerca a la leche rosa y plash!!! la aplastan!!!

    Asi suele suceder a veces.
    cuidese.
    la anonima

    J.C. Cajas García dijo...

    Acabo de reencontrar su blog, me he perdido de mucho pero ya casi estoy al corriente, usted es una inspiración. Saludos.