miércoles, septiembre 3

    Chispas



    Aquella límpida mañana su cabeza se había despejado, todo resultaba tan claro como el insondable azul del cielo. Ni la más temeraria nube, ni el más sutil pensamiento osaron asomarse por lo ancho del horizonte. Pero semejante gloria no podía exceder las fronteras del instante.

    La noche anterior... resulta ahora inefable. Si bien un par de vecinos dicen, bajo las más ligeras amenazas, haberlo visto caminando solo, con la cabeza sumida hasta el pecho y arrastrando su alma hecha jirones; otros aseguran que fueron tres los desgraciados, los culpables de tal atrocidad. Él, en cambio, no reflejaba la mínima preocupación por estos chismes de mercado.

    No fue ella la primera en encontrarlo. De hecho, fue el pequeño tumulto de morbosos lo que atrajo su atención, se aproximó con desconfianza, un olor en el aire ya la prevenía. Cuando era muy pequeña pasaba las tardes enteras al cuidado de su abuela, jugando entre hígados, riñones, tripas y panzas. El olor de vísceras a medio descomponer resultaba para ella un agradable aroma a bienestar. Aquella mañana volvió a sonreír ante el familiar aprecio que esta muchacha demostraba hacia ella.

    Alzó la cabeza por encima del hombro de un mirón para poder ver al joven que pendía desde la rama más robusta del árbol. Sus miradas se cruzaron, la de ella llena de nostalgias infantiles, la de él rebosante de nada. Por un momentito -así chiquito- se confundieron.

    No hay comentarios: